La planta de biogás en Bujalance: promesa verde o fuente de preocupación vecinal

El proyecto de una planta de biometano en Bujalance, aún en fase de tramitación, promete empleo y sostenibilidad, pero vecinos y expertos piden transparencia ante posibles riesgos ambientales y sanitarios

12 de noviembre de 2025 a las 13:55h
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Planta para la producción de biometano como las que se instalarán en la provincia de Córdoba
Planta para la producción de biometano como las que se instalarán en la provincia de Córdoba

En pleno corazón del olivar cordobés, Bujalance se prepara para un proyecto que promete revolucionar su paisaje energético: la planta de biogás o biometano que podría levantarse a las afueras del municipio. Con una inversión estimada en más de 27 millones de euros, la iniciativa busca transformar los residuos agrícolas y ganaderos de la zona en energía limpia y renovable. Pero no todos lo ven con los mismos ojos.

¿Qué es exactamente una planta de biogás?

Para entender el debate, primero hay que saber de qué hablamos. Una planta de biogás convierte residuos orgánicos —como estiércol, purines o restos de cosecha— en un gas renovable llamado biometano, mediante un proceso llamado digestión anaerobia. Este gas se puede usar para generar electricidad o inyectarse en la red de gas natural.

Sobre el papel, suena bien: se aprovechan los desechos, se reducen las emisiones de CO₂ y se impulsa la economía circular. De hecho, en toda la provincia de Córdoba hay varios proyectos similares en marcha. Sin embargo, las experiencias en otras zonas de España han dejado dudas y quejas vecinales por olores, tráfico y posibles efectos en la salud.

Según datos de Ceacop, la planta de biometano de Bujalance se encuentra en fase de tramitación ambiental, dentro de una lista de proyectos que suman más de 130 millones de euros en inversiones por toda la provincia.

Beneficios económicos frente a dudas sobre la salud

Los defensores del proyecto aseguran que la planta traerá empleo estable, reducirá los residuos ganaderos y generará energía limpia para abastecer hogares e industrias. “Es una oportunidad para el campo andaluz y para frenar el cambio climático”, afirman desde el sector.

Pero, del otro lado, algunos vecinos y colectivos ambientales no lo tienen tan claro. En localidades de otras provincias donde ya existen plantas de biogás, se han reportado problemas de olores, molestias respiratorias, y quejas por aumento del tráfico de camiones que transportan los residuos.

Los expertos en salud ambiental explican que el principal riesgo no está en el biometano en sí, sino en los gases secundarios que pueden liberarse si la instalación no cuenta con un buen sistema de control. Entre ellos destacan el sulfhídrico (de olor fuerte, tipo “huevo podrido”), el amoníaco y el metano, que pueden provocar molestias o irritación si se acumulan cerca de zonas habitadas.

Una oportunidad… si se hace bien

La clave está, según los especialistas, en dónde se instale la planta y cómo se gestione. Si se sitúa lejos de las viviendas y dispone de tecnologías modernas para contener gases y olores, el impacto puede ser mínimo. En cambio, una mala planificación podría convertir una buena idea en un quebradero de cabeza para el pueblo.

Por eso, varios colectivos piden transparencia total, publicación del estudio de impacto ambiental y sanitario, y la participación ciudadana en el proceso de aprobación.

“Queremos energías renovables, sí, pero no a costa de nuestra salud ni de nuestros campos”, comentan algunos vecinos en redes sociales locales.

Energía verde, pero con cautela

Bujalance se encuentra, así, en un punto intermedio: entre la innovación energética y la precaución ambiental. La futura planta de biogás podría posicionar al municipio como un referente de sostenibilidad en Andalucía, pero también genera inquietud entre quienes temen que el remedio sea peor que la enfermedad.

Mientras las administraciones revisan los informes y los vecinos esperan más información, una cosa parece clara: el debate sobre la planta de biogás en Bujalance ha llegado para quedarse. Y, como ocurre con muchos temas de transición ecológica, la pregunta no es solo “si se hará”, sino “cómo se hará”… y “a qué precio” para la salud y el entorno.

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