Y este año, dos aficiones que están viviendo un auténtico auge se dan la mano para atraer a visitantes y vecinos: la micología y la fotografía de naturaleza.
La zona, conocida por sus paisajes de ribera, sus sierras cercanas y su mosaico de cultivos tradicionales, se ha revelado como un lugar privilegiado para quienes buscan explorar y retratar el mundo de los hongos en plena temporada otoñal.
Un paraíso micológico al alcance de la cámara
Aunque tradicionalmente se relacionaban los mejores enclaves micológicos con áreas serranas más húmedas, el Alto Guadalquivir ha demostrado ser un territorio sorprendentemente fértil en variedades de setas. Entre los pinares de Montoro, los senderos umbríos de Villa del Río, las dehesas de Bujalance o las zonas de soto de El Carpio, es posible encontrar níscalos, champiñones silvestres, rúsulas, setas de cardo y otras especies muy apreciadas tanto por aficionados como por fotógrafos.
La combinación de humedad reciente, temperaturas templadas y claros bien iluminados genera un escenario ideal para la fotografía macro, donde cada seta se convierte en una protagonista perfecta: formas caprichosas, texturas detalladas y colores que van desde los ocres más suaves hasta rojos intensos.

Fotografía y micología: un vínculo natural
La fotografía micológica es una disciplina que no deja de sumar seguidores. Aúna paciencia, mirada detallista y un contacto cercano con el entorno. Muchos aficionados destacan que retratar setas exige observar lo que normalmente pasa desapercibido: sombras, hojas caídas, troncos en descomposición, pequeños ecosistemas que se desarrollan a centímetros del suelo.
Además, esta práctica potencia la divulgación científica. Muchas asociaciones micológicas locales utilizan fotografías de aficionados para identificar especies, registrar cambios ambientales o alertar sobre variedades tóxicas presentes en la zona.
Para los residentes y visitantes del Alto Guadalquivir, el puente supone la oportunidad ideal de iniciarse: basta con una cámara básica o incluso un móvil con buen modo macro, un paseo por los senderos habituales y un poco de paciencia.
Rutas y enclaves que brillan en otoño
La comarca ofrece escenarios especialmente agradecidos para quienes buscan capturar setas en su hábitat natural:
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Sierra de Montoro y sus pinares, donde la mezcla de pino resinero y matorral bajo crea un ecosistema rico en níscalos.
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Ribera del Guadalquivir, con suelos húmedos que favorecen variedades pequeñas pero muy fotogénicas.
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Dehesas de Bujalance y Cañete, lugares perfectos para encontrar setas de cardo y hongos asociados a pastizales.
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Senderos de Villa del Río y El Carpio, donde los claros y las zonas sombrías se alternan, ofreciendo diversidad de luces para fotografía creativa.
En todos estos enclaves, la luz otoñal, más suave, inclinada y cálida, aporta un plus estético difícil de igualar en otras épocas del año.
Un puente para disfrutar con respeto
Las asociaciones de la comarca recuerdan que la práctica micológica debe realizarse con responsabilidad: no recolectar especies desconocidas, evitar el uso de rastrillos, respetar el suelo y su vegetación y, sobre todo, recoger únicamente lo que se va a consumir. La fotografía, afortunadamente, permite disfrutar de las setas sin alterar su entorno.
Para muchos aficionados, este puente se ha convertido ya en una cita obligada: una cámara, una cesta pequeña y un paseo por los montes del Alto Guadalquivir bastan para vivir una experiencia que combina ocio, naturaleza y creatividad.
El Alto Guadalquivir cordobés vuelve a demostrar que su riqueza va más allá de sus paisajes agrícolas y su patrimonio. Su biodiversidad micológica y sus escenarios naturales convierten este puente en una ocasión ideal para disfrutar de dos actividades en pleno auge: la fotografía y la micología.
Un plan tranquilo, accesible para todas las edades y capaz de mostrar, seta a seta, la belleza silenciosa de la comarca.