Cuando cae la noche sobre el Alto Guadalquivir, el cielo despliega un espectáculo que, hasta hace poco, pasaba desapercibido para el turismo. Pero en tiempos de experiencias sostenibles y escapadas alejadas del ruido, la observación de estrellas se ha convertido en una tendencia al alza. Y esta comarca andaluza, tranquila, rural y con un cielo limpio, empieza a posicionarse como uno de los enclaves emergentes del llamado astroturismo.
Un firmamento de oportunidades
España lidera el turismo astronómico en Europa, y Andalucía, con la mayor Reserva Starlight del mundo, Sierra Morena, es uno de sus principales polos de atracción. Esta reserva reconoce la calidad del cielo nocturno y su escasa contaminación lumínica, un valor que no se puede construir, pero sí proteger y aprovechar.
El Alto Guadalquivir se beneficia de esa ventaja natural. Pueblos como Montoro, Adamuz, Pedro Abad o Villa del Río reúnen condiciones óptimas para la observación estelar. Algunos ya cuentan con miradores naturales, infraestructuras de interpretación e información, senderos señalizados o alojamientos rurales en entornos con visibilidad privilegiada.
Municipios con ventanas al universo
Uno de los puntos más destacados es el Cerro de la Nava, en Montoro. Una zona elevada que ha sido utilizado en varias ocasiones por colectivos y asociaciones para actividades de divulgación astronómica. Aunque sin equipamiento fijo, su localización y fácil acceso lo convierten en un espacio ideal para contemplar el cielo nocturno.
En Adamuz, los Montes Comunales ofrecen una superficie forestal de gran valor ecológico y escasa contaminación lumínica. Existen rutas señalizadas y zonas de acampada donde ya se han realizado paseos nocturnos con interpretación del entorno y del cielo. La tranquilidad del paraje, unido a su extensión, lo convierte en un lugar perfecto para la observación a simple vista o con telescopios.

En el parque periurbano de Algallarín podemos encontrar los paneles informativos y mapas de constelaciones característicos en muchos de los puntos de observación.
Pedro Abad, por su parte, cuenta con un entorno rural ideal para estancias bajo las estrellas. Algunos cortijos y casas rurales han empezado a ofrecer servicios vinculados a la observación astronómica, como prismáticos, mapas del cielo o sesiones de orientación nocturna.
En Villa del Río, zonas como La Vega o Los Cerrillos han sido utilizadas para caminatas nocturnas, especialmente en verano. Aunque no existen aún infraestructuras permanentes, sí hay propuestas ciudadanas para señalizar puntos de interés astronómico o instalar paneles interpretativos.
El cielo como experiencia turística
El auge del astroturismo responde a una demanda clara: visitantes que buscan algo más que alojamiento. Quieren experiencias. En este caso, la experiencia es mirar hacia arriba, entender el firmamento y vivir la noche como un viaje sensorial.
Varias empresas locales han empezado a desarrollar actividades relacionadas con el turismo astronómico, y no son las únicas. El interés por este tipo de turismo ha despertado también en asociaciones culturales y educativas de la zona, que ven en el cielo una herramienta didáctica y de desarrollo local.
Una apuesta sin grandes infraestructuras, pero con gran valor
A diferencia de otros tipos de turismo, el astronómico no requiere grandes construcciones ni intervenciones agresivas. Basta con cuidar el entorno, reducir la contaminación lumínica y ofrecer una interpretación adecuada del cielo. El resto lo pone la propia naturaleza.
Además, es una forma de turismo sostenible, no estacional y de alto valor añadido. Atrae a un perfil de visitante respetuoso, interesado en la ciencia y en el contacto con el medio natural. Y es compatible con otras ofertas locales como el senderismo, el ecoturismo o la gastronomía rural.

Una ruta que ya empieza a trazarse
La creación de una ruta astronómica comarcal que conecte miradores, parques y alojamientos rurales sería un paso natural para reforzar esta tendencia. Paneles informativos, señalización específica o incluso pequeñas plataformas de observación permitirían consolidar el Alto Guadalquivir como destino estelar.
Mientras tanto, los pueblos de la comarca ya tienen lo esencial: un cielo limpio, paisajes abiertos y el silencio necesario para "escuchar las estrellas". Ahora, el reto está en mirar hacia arriba y construir, desde el respeto a lo natural, una oferta turística que invite a descubrir la noche como nunca antes.