El 8 de agosto de 1808, en plena Guerra de la Independencia, Montoro vivió uno de los momentos más memorables de su historia. Ese día, la Junta Suprema de Sevilla otorgó oficialmente a la entonces villa el título de ciudad, un reconocimiento excepcional al coraje y la astucia de sus habitantes.
Sin apenas armas, sin hombres jóvenes —reclutados o caídos en combate— y en medio del caos de la invasión napoleónica, el pueblo de Montoro logró resistir y burlar al ejército francés valiéndose más del ingenio que de la fuerza. Este gesto heroico mereció, además, la incorporación a su escudo de los epítetos “Leal, Noble y Patriótica” y el privilegio de que sus representantes municipales fueran tratados como “Señorías”, junto con el uso de maceros en los actos oficiales, símbolo de dignidad institucional.
Hoy, 216 años después, la fecha se recuerda como un hito en la historia institucional de Montoro, reflejo de los acontecimientos vividos en la zona durante el conflicto contra las tropas francesas.