Ayer, 20 de octubre de 2025, buena parte de internet se paralizó durante varias horas debido a una caída masiva en los sistemas de Amazon Web Services (AWS), una de las mayores empresas tecnológicas del mundo. Este gigante es el encargado de gestionar los servidores y sistemas informáticos de miles de páginas web y aplicaciones en todo el planeta. Un fallo técnico en su infraestructura principal provocó que muchas plataformas, tanto de trabajo como de ocio, dejaran de funcionar correctamente o fueran extremadamente lentas.
Aunque pueda parecer un asunto lejano, el apagón digital afectó a millones de personas en su día a día, porque hoy prácticamente todo —desde una transferencia bancaria hasta un pedido de comida a domicilio— depende de servicios que están “en la nube”. La interrupción dejó fuera de servicio redes sociales, plataformas de pago, páginas de bancos, aplicaciones de mensajería e incluso algunos dispositivos domésticos inteligentes como los asistentes de voz Alexa o las cámaras de seguridad Ring.
Durante varias horas, no se pudieron hacer cosas tan cotidianas como pagar con el móvil, ver películas en Disney+ o Prime Video, jugar en línea a videojuegos como Fortnite o Roblox, acceder a cuentas bancarias o usar herramientas de trabajo en la nube. Incluso algunos servicios públicos y webs de administraciones tuvieron problemas para mantenerse en línea. Todo esto puso de manifiesto hasta qué punto dependemos de unas pocas grandes compañías tecnológicas para que internet funcione.
La caída de AWS recordó algo importante: el enorme poder que acumulan unas pocas empresas sobre la infraestructura digital del planeta. Cuando una de ellas falla, los efectos se sienten de inmediato en todo el mundo. Expertos en tecnología advierten que este tipo de dependencias hacen más vulnerables a gobiernos, empresas y ciudadanos, por lo que será necesario diversificar los servicios y crear sistemas de respaldo más sólidos.
Pese a la magnitud del problema, los ingenieros de Amazon lograron restablecer progresivamente los servicios durante el día. Aun así, muchos usuarios notaron los efectos durante horas. Para quienes sufrieron la interrupción, la recomendación fue mantener la calma, no insistir en operaciones bancarias o compras en línea y esperar a que las plataformas se restablecieran.
En definitiva, lo ocurrido con AWS es un recordatorio de cómo nuestra vida moderna está conectada por hilos invisibles, gestionados en su mayoría por un pequeño grupo de gigantes tecnológicos. Una avería en uno de ellos basta para recordarnos que, aunque todo parezca funcionar por arte de magia, detrás hay una infraestructura frágil de la que depende gran parte de nuestro día a día.